Al final del 2022, tuve un sentimiento que me hizo dudar de mi misma. 

Si de verdad era yo o estaba persiguiendo el éxito ajeno con mi proyecto. 

Y para ser sincera, quise renunciar. 

Sí, a mí también me dieron ganas de dejarlo todo. 

Sentí que no me identificaba con lo que tenía. 

Días después, noté que había pasado mucho tiempo observando a los demás. 

Perdí un poco el ritmo de mis tareas y me saturé de actividades solo por compararme. 

Como sé que que también te puede pasar a ti, decidí escribir este artículo. 

Para que valores tu propio proceso de evolución y transformación profesional desde un lado más sano y dejes de compararte con los demás.

 

Primero que nada ¿por qué nos comparamos?

En 1954, un psicólogo llamado Leon Festinger creó la teoría de la comparación social. 

Y dijo, literalmente, así: 

“Cuando una persona se queda sin pistas obvias sobre su eficacia, valía o características, pone la atención en quienes le rodean. 

Obtiene una referencia sobre sí misma para hacer una valoración y busca definirse a tomando como punto de partida al resto.” 

Como la comparación es un acto que todos hacemos sin querer, mi teoría es que nos comparamos porque queremos probar (a alguien o al mundo) que somos valiosos. 

A veces, observar a otros sirve de inspiración. 

Los tomamos como ejemplo para convertirnos en alguien mejor y darnos cuenta de las cosas que nos gustaría conseguir, pero casi siempre caemos en la desvalorización. 

Asumimos una realidad basada solo en nuestra percepción, sin saber el punto de partida de los demás, sus debilidades, aciertos, fracasos, retos, etc. 

Damos por hecho que tienen éxito y que están mejor que nosotros. 

Y suponemos que su realidad es o debería ser nuestro ideal. 

¿Cuáles son las consecuencias de compararte con los demás?

Una de las consecuencias principales que genera la comparación sin filtro es el perfeccionismo y la autoexigencia.

Cuando te comparas, haces demasiado para alcanzar algo ajeno y minimizas tus capacidades por exacerbar el valor de otra persona. 

Es un acto dañino para tu autoestima porque te rechazas. 

No te ayuda a cambiar, ni a mejorar. 

Al contrario, idealizas a otros que tienen más que tú o van más avanzados y tomas una posición inferior con respecto a ellos. 

Y a partir de estas actitudes surge la desvalorización personal y profesional.

Donde le restas importancia a tu experiencia, tu trayecto, tus capacidades, logros y hasta tu persona.

Surge la envidia, el odio, los celos y otras emociones negativas.

Un ejemplo en el trabajo es cuando a tu compañero lo acaban de ascender.

Asumes que es mejor que tú.

Y generas diálogos negativos y ficticios como no soy capaz de conseguirlo, no soy tan bueno (pon el adjetivo que quieras) como él, no merezco un puesto tan alto, es imposible para mí, etc.

Lo que no ves es la imagen completa.

Tal vez esa persona se haya preparado, haya aplicado antes y ya sabía lo que esperaba o incluso puede tener capacidades y habilidades para ese puesto.

Eso no está mal.

Es una señal de que son diferentes.

Y todos, incluso tú y yo, somos diferentes.

Ser diferente no es un defecto.

Es algo precioso porque crea diversidad, fortalece una cultura empresarial y hace que los equipos tengan complementos en habilidades blandas y duras.

Cada profesionista tiene competencias únicas, aunque tengan la misma especialidad.

Y está bien.

Lo que está mal es escoger aquello con lo que no estás conforme de ti mismo y compararte con quienes destacan en eso.

Tus debilidades se pueden mejorar, pero siempre debes enfocarte en potenciar tus fortalezas.

La única persona con quien debes compararte es contigo mismo y tu versión de ayer.

Cómo dejar de compararte con otras personas

Antes que nada, entiende que cada vez que te comparas con alguien, lo haces de manera superficial y sin conocer su background.

Para ayudarte, he creado unos pasos para detener la comparación con otros.
 

Lo he dividido en 4 partes: identificación, consciencia, observación y análisis.

#1: Identifica el momento cuando la comparación se activa (a veces surge de manera inconsciente) y cuál es el contexto cuando sucede.

Toma una pausa y anota por qué te comparas, qué observas en la otra persona y qué quieres conseguir.

#2: Toma consciencia del pensamiento, el sentimiento y las emociones que generan la comparación. Observa si te motiva o te limita.

#3: Pon la atención en la imágen completa y observa tu historia, tu realidad, tus objetivos y pregúntate, ¿qué tanto sabes de la otra persona?

Es importante porque solo ves la punta del iceberg.

Lo que a simple vista parece un éxito, puede ser un largo aprendizaje de años.

Sé consciente de tus limitaciones, todos tenemos puntos ciegos porque en la vida venimos a descubrirnos, aprender, desarrollarnos y a evolucionar.

No a competir con otros.

#4: Mira y aprecia toda tu trayectoria con sus altas y bajas.

Anota tus logros, tus errores y aprendizajes para entender lo mucho que has hecho y cómo has llegado hasta aquí.

De eso se trata la evolución profesional para ver y aplaudir tu propio valor, amar tu presente, ser responsable de tus acciones y visualizar hacia dónde quieres ir.

Cuando solo te centras en lo que te hace falta o no tienes, no disfrutas de lo que eres y ya tienes, minimizas tus pequeñas grandes victorias y te planteas objetivos o metas solo por compararte.

Cómo pasar de la comparación a la inspiración

Cuando quieres ser una mejor persona y líder, a lo largo de tu carrera profesional, siempre tomas a alguien como referencia.

Alguien que te inspira por sus valores, su actitud, resiliencia, forma de hablar o comportamiento.

En mi caso fue uno de mis jefes.
 

Así que para concluir el artículo, tienes un ejercicio más:

Escoge 3 personas y a cada una ubícala en un rango:

1. Alguien que te enseñe y que esté donde quieres estar.

2. Una persona que está en el mismo camino que tú (unos pasos más o menos adelante) y con quien puedas pasar tiempo de calidad.

3. Alguien a quien puedas enseñar con tus conocimientos y experiencia.

Con esto, tienes una persona que te impulsa y te motiva para ir hacia delante, otro que está en las mismas que tú y uno a quien tú ya podrías enseñarle algo.
 

Eso impulsa la inspiración y disminuye la comparación.

Espero que te haya servido para dejar de compararte con otros y aplicar el amor propio, la autocompasión y apreciación por lo que ya eres.

Hasta aquí el artículo de hoy.

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Sobre mí

Soy Liz Sarmina, mentora de marca personal y empleabilidad.

Ayudo a profesionistas a crear su plan de vida y carrera para atraer el trabajo que se merecen.

Los llevo de la mano y a su ritmo para trazar metas profesionales y objetivos laborales basados en sus circunstancias.

Al final de cada programa, descubren su potencial, crean una marca personal atractiva, cambian su manera de buscar empleo y planifican el siguiente paso en su carrera.

Si tú también quieres dejar huella con tu carrera, cuéntame tu caso por aquí y platicamos.

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